-Vamos a jugar con el perro, me dice Daniela.
-Pero le tiene la boca para que no me muerda, agrega la niña. Accedo.
Miro alrededor y veo al perro jugando con unos niños. Chiflo fuerte y grito su nombre. El cachorro se acerca corriendo. Me agacho, le acaricio el pecho y la panza. El can se tira de espaldas. Respira agitado.
La niña lo siente y se esconde detrás de mí.
-Ya lo puedes tocar, invito.
-Mejor no, tengo miedo.
-Préstame tu mano y la acercaré a su pata. Añadí.
Ella me da su pequeña mano, la acerco lentamente a la pata delantera del perro. El cachorro arrima su hocico y lame la mano de la niña.
Daniela grita, suelta al perro, se aferra a mí y me empuja. Quedamos sentados en el piso.
Los niños escuchan el grito y ríen. El perro se levanta y se va corriendo.
-¿Estás bien, Daniela?
- Si, me asusté un poquito, responde.
Acompaño a Daniela a otro lugar del patio para jugar con otra cosa.
Pienso en Daniela y en el encuentro con un animal que no ha visto nunca.
Memoria de un recreo en el Colegio Juan Antonio Pardo Ospina. Bogotá.
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Murmullo interior I. Fotografía . 2004 |